Saturday, November 04, 2006

Papiroflexia

Este Relato, es la continuación a un cuento que escribí hace bastante tiempo y parte de una serie que tenía lugar en un universo que denominé "mundogris". La foto está tomada en el intercambiador de Moncloa.
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Papirofléxia
Érase una vez un mundo gris, triste y monótono. Érase una vez una ciudad apagada y sin vida. Érase una vez un personaje abandonado de toda vitalidad y dedicado a su día a día.

Todas las mañanas, extremadamente temprano, antes de que el sol empezara su diaria pelea para iluminar un poco los grises jirones de niebla de la ciudad, se levantaba para acudir a las oficinas en las que trabajaba desde hacía ya 15 años.

Su puesto era un lugar destacado entre la muchedumbre. Y aun así, era uno más de tantos otros. Sistemáticos, aburridos, constantes e idénticos pequeños hombres grises.

Sus días quedaban iluminados no por el tenue sol, si no por la presencia de un pequeño niño que todas las mañanas, ofrecía a los trabajadores de su centro pequeñas tazas de café. A diferencia de sus compañeros, a la hora del descanso, él bajaba a la calle y buscaba al joven comerciante. La presencia del niño y los aromas de la bebida le transportaban a épocas más cálidas.

Un día, por mucho que buscó al niño no fue capaz de encontrarlo. Preguntó por él, pero nadie supo decirle que había pasado o a donde había ido. Es más, pocos recordaban haberle visto.

Sólo entonces descubrió lo vacía que hasta entonces había sido su vida. La monotonía de todos los días se le hacía ahora agotadora y veía como su vida desembocaba en un triste charco de agua estancada.

Agotado en su habitación, a la luz de un intermitente halógeno que aun no había tenido tiempo de reparar, sentado en su pequeña cama y solo, intentó recordar que es lo que le hacía la vida más pasajera cuando era más joven.

Se propuso anotar en un papel las cosas que antes hacía y que ahora, por la responsabilidad del trabajo o por el cansancio acumulado, había dejado de hacer. Pero había pasado mucho tiempo y ya no se acordaba de nada. La hoja seguía vacía y desafiante… amenazando con ser su prospecto de futuro.Indagó en lo más profundo de su memoria sus años más jóvenes y logró recordar las cosas que le enseñaron cuando era muy niño. El abecedario, los colores, los juegos, las manualidades…

Decidió que para retomar su vida, debía reconstruirla desde el principio y se procuró papel, lapiceros y tijeras. Escribir y otras tantas cosas básicas no se le habían olvidado así que, su primer paso sería hacer una pajarita de papel. Intento mil dobleces distintos, plegó el papel de infinitas maneras, pero no había forma… ya no se acordaba de cómo se hacía. Tras mucho buscar en su casa encontró un manual serio y gris que explicaba la manera precisa de hacer el truco. Abandono entonces su tarea y se decidió a retomarla al día siguiente.

Después del trabajo, regresó a casa agotado pues la noche anterior había dormido poco. Se sentó en su cama y cogió su manual. Las instrucciones eran escuetas, sencillas y pulcras.

- Utilizar papel manejable.
- Realizar un plegado cuidadoso y pulcro, especialmente en los vértices.
- Trabajar en una superficie dura y lisa.
- La perfección en el doblez se alcanza pasando la uña del dedo pulgar a lo largo del pliegue.
- Seguir cuidadosamente la secuencia de confección de la figura.
- No eliminar pasos intermedios.
- Poner atención en cada paso, a su ejecución y dirección.
- Estar concentrado en la labor a desarrollar.
- Trabajar con las manos limpias.

Empezó por el final y se lavó las manos con mucho cuidado. Extendió su primera hoja de papel en blanco y lenta pero metódicamente hizo todos los pasos necesarios hasta que logró su pequeño pájaro de papel. No tenía vida, era gris, feo… monótono. Los pajaritos de papel de su memoria le llenaban de alegría pero este sólo le hacía pensar en todo el tiempo que había perdido haciéndolo.

Molesto por este fracaso, realizó otro pajarito de papel. Si lo hacía con más entusiasmo sería mejor. Otro fracaso. Y otro… y otro más y otro, y otro y otro... Pronto su cama estaba llena de pajaritos de papel, grises, feos y expectantes, como si de un siniestro ejercito papirofléxico se tratara. Abatido, los lanzó al suelo y se derrumbó sobre su cama intentando dormir las pocas horas que le quedaban antes de tener que volver a su trabajo.

Al día siguiente estaba más cansado aun, al llegar a casa tenía pensado tumbarse y dormir todo lo que le faltaba, al no haber descansado lo suficiente, no había podido concentrarse en el trabajo y había tenido que saltarse la comida para recuperar el ritmo. Pero los pajaritos de papel estaban allí, esperando detrás de la puerta. Arrugados y retorcidos pajaritos realizados según los metódicos pasos de su manual.

Sin poder dejar de fijarse en los pequeños monstruos se recostó en su cama, pero no podía conciliar el sueño. Sus imperfectas creaciones no se lo permitían. Con esfuerzo, se volvió a levantar y se sentó otra vez en su cama preparado para hacer otro intento. Hizo cinco, diez, quince pajaritas y no logró más que quedarse sin papel. Sus pájaros eran secos, monótonos y de alguna manera, que sólo él sospechaba, resentidos por no tener espíritu, por ser grises y apagados. Destrozado por el cansancio, cayó dormido entre una horda de pájaros de papel que nunca volarían.

Al día siguiente se despertó tarde y no llegó a tiempo al trabajo. Para compensar, tuvo que realizar tareas que no le correspondían, y ya había caído la noche cuando logró regresar a casa. Los pájaros estaba ahí, inmóviles, acechándole desde todos los rincones de su habitación. El cansancio acumulado de todo el día le golpeaba como un martillo, pero estaba decidido a terminar de una vez por todas un único pajarito de papel que le satisficiera.

Se sentó en su cama y se dispuso a empezar, pero no le quedaba más papel. Desesperó durante un momento y buscó por toda su casa hasta que descubrió su manual. Arrancó hoja tras hoja mientras hacía los pliegues necesarios, y para cuando terminó con él, descubrió que sus pajaritas eran sutilmente diferentes a las anteriores. Tal vez, al destruir el libro, había logrado escapar de la monotonía.

Pasó la noche en vela realizando todo tipo de pliegues con todos los libros, manuales o trozos de papel que encontraba, saltándose pasos y usando hojas irregulares. Poco a poco sus pajaritos cobraron color. Satisfecho, y con el sol entrando por la ventana se derrumbo en su cama arropado por sus creaciones de papel.

Durante el día el teléfono no dejó de sonar. Pero su cansancio era tal y su sueño tan profundo que no lograron despertarle. Por la noche, cuando logró abrir de nuevo sus ojos, encontró que alguien había deslizado por debajo de su puerta una carta, con el sello de su empresa. No se molestó en abrirlo.

Feliz y rodeado por una pequeña multitud de pajaritas sonrientes entendió cual había sido su gran error. Había seguido las instrucciones de un libro gris queriendo hacer pajaritas de colores. Le quedaba un último paso, abrió la única ventana que tenía en su cuarto y liberó sus aves de papel iluminando durante un momento la oscura noche de de la gris ciudad, llenándola de color.

8 comments:

Anonymous said...

Hola, Zafiro.

He leído con mucho interés tu nuevo relato mientras viajaba sumergido bajo tierra, camino de casa en el metro, tras una grisácea jornada laboral. Y la verdad es que he disfrutado con su lectura.

Además de sus bondades literarias, el tema que aborda me interesa mucho: la muerte en vida vía la rutina, la desapetencia, la pérdida de la curiosidad y la progresiva falta de interés por las cosas por las que merece la pena estar vivo, como el amor. (He visto a los mejores espíritus de mi generación en busca de la emisión vacía recorriendo los canales de la tele... jejje, Ginsberg revisited).

Una vez más, enhorabuena.

zafyro said...

La verdad, hay pocas cosas que me animen más que el hecho de que a alguien le gusten mis relatos.

El tema en cuestión es algo que a mi me llama poderosamente la atención. En realidad me parece uno de los grandes peligros del siglo XXI. Lo tenemos todo tan a nuestro alcance que al final, por tenerlo tan cerca lo dejamos pasar.

Anonymous said...

Me gusta cómo escribes y lo que dices con tus relatos. Siempre he pensado que hablamos sin pensar y decimos tantas cosas sin sentido que en muchas ocasiones estaríamos mejor con la boquita cerrada. Me agrada encontrar historietas que transmiten sentimientos. Al fin y al cabo somos hombres (o al menos eso nos han hecho creer siempre).
miotravida

silhouette said...

yo prefiero lanzarme a lo loco y huir de cualquier manual, en general (creo que en un laboratorio es donde únicamente dejo de aventurarme y sigo el manual, ^^). A pesar de avanzar lentamente en el uso de mi cámara en todo lo demás soy mucho más feliz que todos estas personas que se van haciendo mayores, en el sentido más deprimente, y por desgracia, más común de la palabra: personas rectas, frías, calculadoras,aburridas, prácticas, esquemáticas y egoistas. Estas personas son especialmente peligrosas cuando enfatizan sus dedicadas personalidades en forma de parejas estables.

Luxxor said...

Muy bueno. Debo de reconocer que me estaba dando muy mal rollo según lo iba leyendo, pero el final levanta el espíritu.

Para mi es muy fácil identificarme con un protagonista que esta hundido en la miseria de su trabajo, y trata de escapar con un hobby que le quita horas de sueño ;)

joako said...

Ahora que caigo en la cuenta es cierto que por lo que dices en ese aspecto si que os pareceis el protagonista y tú, ahora, dudo mucho que os parezcais en nada más.

Dudo mucho que tu vida empiece y acabe en el trabajo, por lo que leo en tu blog micro gestionas tus tiempos libre (sabes muy bien lo que quieres hacer cada una de tus horas y diferencias entre lo que quieres y lo que debes) xD

Al menos es lo que me ha parecido a mi al leerte ^_^

Ahora y para que veas lo morbido que puedo llegar a ser... ese final que te causa tanta alegria puede ser interpretado (lo he hecho a posta) con el suicidio del personaje.

Claro está cada uno interpreta el final como quiere y yo diría que el hecho de que lo hayas interpretado así es por que eres una persona mucho más positiva que yo. ;)

Luxxor said...

Mmmm, no te voy a decir que no lo pensará. A continuación un acercamiento a mi razonamiento al ir leyendo...

"Le quedaba un último paso[Upps, mal rollo], abrió la única ventana que tenía en su cuarto [mierda, se mata fijo]y liberó sus aves de papel[¿ein?] iluminando durante un momento la oscura noche de de la gris ciudad, llenándola de color.[la muerte no ilumina nada con lo cual me equivoque]"

La muerte del protagonista siempre engrandece cualquier relato, pero este en particular me parece que no. Presentar la muerte como escapatoria me parece un pensamiento muy peligroso.

Creo que este relato merece un final positivo, y realmente espero que lo de iluminar la noche no tuviera que ver con las luces de las ambulancias, y lo de llenarla de color con el rojo(yo también puedo ponerme morbido de vez en cuando).

...definitivamente yo quiero que esta historia acabe bien

joako said...

Me gusta dejar finales que den pie a interpretaciones, y lo que más me gusta es no explicarlos. Encuentro interesante que mis palabras sean otras dependiendo de quien lea mis cuentos.

Respecto a la muerte como escapatoria, es un clásico de la narrativa :) no pretendo marcar tendencias si no tal vez, incitar reflexiones.

Un suicidio literario no tiene por que implicar la muerte del personaje por ejemplo. En este relato tan metafórico podría indicar simplemente un cambio radical de vida. Empezar desde 0.