Tuesday, April 04, 2006

Un relato en una entrega.

TIEMPO PERDIDO.

Hoy me he levantado de la cama sintiéndome muy raro. Tengo la sensación de que ocurre algo muy extraño. Como si ya hubiera vivido esta misma situación en otras ocasiones.

El misterio es mayor porque me duele terriblemente la cabeza y no recuerdo nada del día anterior. De hecho, no recuerdo casi nada sobre mi. Tengo una extraña sensación en el estomago.

Mirarme en el espejo no ha solucionado nada, mi cara parece la de otro, otro mucho mas feo que yo y al que le hubieran golpeado con un martillo en la cara. Varias veces. Apenas puedo abrir mi ojo derecho y ahora que lo toco me duele bastante. Aparte, mi lengua está tan seca que tengo la impresión de tener una lija en la boca.

Al rascarme la cabeza descubro algo, una serie de bultos en la parte posterior, que me hace entrar casi en pánico. Me giro para comprobarlo en el espejo y no paro de dar vueltas, por que sin la ayuda de otro espejo no encuentro la manera de verme el cogote.

Una vez me calmo un poco y me hago con un espejito de afeitar, me coloco estratégicamente para descubrir que tengo una cicatriz bastante grande, y fea, en la cabeza. Estoy pelón y teñido de rojo en esa misma zona.

Me llevo las manos a la cara, puro terror y desesperación. Que habrá pasado para que haya surgido esa horrible cicatriz. ¿Por que no me acuerdo de nada? Pasan por mi mente todas las opciones, cada cual más terrible. ¿Acaso me han practicado una lobotomía?

Apenas reconozco el cuarto en el que estoy. Debe ser mi cuarto de baño. Me quito mi camisa con lentitud, pues descubro nuevos horizontes de dolor. Me quema la espalda. Me resigno a mirar y veo una obscena amalgama de líneas, que la cruzan configurando un extraño diseño de líneas negras sobre ella. Está casi en carne viva. Mis conjeturas me llevarían muy lejos seguro y del miedo dejaría de respirar y perdería la conciencia. Pero me duele tanto la cabeza que no puedo ni pensar en cual puede ser el origen del extraño anagrama que tengo pintado en la espalda. ¿Abducido por una secta?

Después de la ducha estoy algo mejor. No se ni la hora que es, y ya puestos a dudar no se en que día estoy. Cuando encuentro mi reloj encima de mi mesa descubro que son las 5 de la tarde y algo más; Colocados ordenadamente a su lado están, una cartera, unas llaves y un teléfono móvil.

He encontrado lo que debe ser la cocina y he cogido un vaso de agua. Investigo la cartera mientras bebo sorbos pequeños de agua. Sorbos pequeños por que me duele el labio. Está roto. El dolor del labio se hace amigo del dolor de cabeza y cuando me duele uno, el otro no duda en acompañarle.

La cartera parece que es mía, por que la foto del DNI que hay dentro corresponde a lo que me acuerdo que parezco y el nombre me es familiar Gonzalo Montalban Tocabelloso. Al menos parece que he recuperado parte de mi identidad.

Deposito la cartera en la mesa, me dispongo a coger el móvil y en ese momento empieza a sonar. La paranoia me impide mover la mano hacia el teléfono durante unos interminables segundos.

Finalmente, presa de una morbosa curiosidad cojo el móvil y me dispongo a responder a la llamada.

- “¿Gonzalo?”.

Ese debo ser yo. Durante unos segundos retraso la respuesta y al final, sin saber muy bien si realmente se refiere a mi, respondo.

- ¿Si?
- Veo que ya te has despertado.

Miro en todas las direcciones, me están espiando. No debo darles pistas.

- Hace mucho que estoy despierto, he tenido una mañana ocupada, ya sabes…

Se produce una pausa larga y una siniestra risa tenebrosa surge del aparato.

- Si, claro. Hahahahaha.

Pierdo los nervios y en un tono desafiante le espeto.

- Dime que ha pasado, no me acuerdo de nada. Que me habéis hecho.

Otra pausa y otra risa, si cabe mas siniestra por lo aguda y descontrolada.

- Hahahahahaha. Mira, tienes que dejar de beber, te sienta fatal. Ayer por la noche en mitad de la borrachera convenciste a un tipo cachas para que te hiciera un tatuaje, pero como no parabas de moverte, te hizo un estropicio en la espalda y dijo que no seguiría con el trabajo, aunque estoy seguro que al principio se lo estaba pasando en grande. Te enfadaste, te peleaste con él, te dio un par de puñetazos y al caerte te golpeaste la cabeza contra una mesa de cristal. Te llevamos a urgencias y allí hicieron lo que pudieron. Luego te dejamos en tu casa.
Esa es la versión reducida, porque entre otras cosas, Marta tiene un rebote que no veas. Me ha dicho que va para allá y que más vale que estés sereno por que tienes que explicarle una serie de cosas que le contaste ayer sobre Elena. Por cierto, tiene que estar al llegar por que acabo de dejarla en el portal de tu casa.

Según me habla la voz, recupero la memoria de parte de lo ocurrido. Quien sea que me haya llamado cuelga. Oigo pasos que suben por las escaleras. Suena el timbre. Ahora si que tengo miedo.

1 comment:

Luxxor said...

¿Habiamos visto memento hace poco? ;P

Me encanta la ironía como contrapunto a lo lugubre que comienza el relato.