Monday, April 24, 2006

puesta a Punto II

Esta es la segunda parte de un relato. Para leerlo correctamente debes buscar un poco más abajo [el post anterior es la primera parte]
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No es difícil seguirle. Avanza despacio y no mira nunca hacia atrás. Cruza la calle Princesa y sube por unas escaleras que le llevan hacia callejuelas más estrechas.

Le sigo por toda la calle Amaniel, y para mi sorpresa, llegado un momento se planta en mitad de la calzada, abre una alcantarilla con un trozo de metal que saca de su chaqueta y desciende. Un coche que bajaba la calle se ha parado delante de él, ha esperado pacientemente a que termine su operación y después ha seguido la marcha sin inmutarse. Pasa algo raro.

Me acerco a la alcantarilla. “Alcantarillado Madrileño” reza el sólido circulo de metal. Miro que no vengan coches e intento abrir yo mismo la tapa con escaso éxito. Como Madrid está plagado de reformas, me proveo de una barra de metal de un contenedor cercano y pruebo suerte otra vez. La gente que camina por la calle me mira raro. Normalmente hubiera parado de pura vergüenza, pero esta vez la curiosidad puede más. Cuando, después de un esfuerzo hercúleo logro abrir la tapa, me deslizo hacia la oscuridad de la alcantarilla. Poner la tapa en su sitio es otra tarea casi heroica.

Al descender al oscuro túnel, veo una luz al fondo que se aleja y desaparece. Con todo el cuidado del mundo avanzo a tientas sin separar la mano de la pared para guiarme. No quiero pararme a pensar que es lo que estoy tocando y no quiero desvelar mi presencia encendiendo una luz. Me concentro en no hacer demasiado ruido al caminar por el suelo enfangado.

La luz se ha detenido, ha parpadeado brevemente y después ha desaparecido. Me quedo muy quieto, y como no oigo nada durante un rato largo, avanzo hacia donde recuerdo haber visto la luminosidad antes. El ambiente esta muy cargado y respirar me cuesta bastante trabajo. El olor de esta cloaca me provoca nauseas, tengo que contenerme para no respirar por la boca o sería peor.
Me siento bastante desorientado y no encuentro nada más que un túnel que no se acaba nunca. La oscuridad ahora es completa, ¿Por qué me he metido aquí? Ya me da igual que este personaje descubra que le he seguido así que enciendo mi mechero, hay días en los que me alegro de ser fumador. La tenue iluminación que me da la llama de mi encendedor, me revela un estrecho túnel que termina abruptamente en una puerta de madera. Examino las paredes del conducto y veo que deben ser antiquísimas. La superficie es ahora cada vez más irregular. La piedra a través de la que este túnel esta excavado debe contener algo de mica, miles de pequeños reflejos brillantes responden a las llamaradas de mi mechero. A intervalos regulares en techo y paredes hay una serie de vigas de madera que supongo que evitan que este agujero se colapse.

Me acerco a la puerta y le doy un descanso al mechero, está tan caliente que ya no puedo sostenerlo en la mano. Cerca de la puerta el suelo es de piedra seca, me seco mientras se enfría mi única fuente de luz. Me siento un poco incomodo, pero de alguna manera, el tremendo optimismo con el que me he levantado hoy me empuja a seguir adelante.

Enciendo el mechero de nuevo y examino la puerta. Es de madera, muy vieja, tiene un pomo y una cerradura. La puerta esta entre abierta así que la abro del todo y, para mi sorpresa, lo único que hay es un pequeño habitáculo de piedra vacío. Lo examino a fondo. No puede ser que esto sea todo.

Cuando me doy por vencido cierro la puerta. Y por primera vez me fijo en que colgando del pomo, hay una llave. No entiendo como no la he podido ver antes. Lo que si que se es que si no hubiera sido tan persistente no la hubiera encontrado. No se explicar porque, pero cierro la puerta con llave, la abro de nuevo y vuelvo a mirar.

Al abrir de nuevo, la escena ha cambiado. Ahora, al otro lado hay luz, y puedo ver una estancia inmensa repleta de bibliotecas. Es tan grande que no puedo abarcarla con la mirada. Se pierde en el horizonte en todas las direcciones, incluido hacia abajo, me mareo un poco y tengo que afianzarme con las manos al marco de la puerta.

Una pasarela conecta y numerosas escaleras que recorren todo este vasto espacio permitiendo así acceder a cada estantería. Me fijo en que la luz no parece provenir de ningún sitio, es simplemente que la sala tiene luminosidad. Recojo la llave de la puerta, me la cuelgo al cuello, sacudo levemente mis ropas para quitar un poco de la mugre que se ha adherido a ellas y cierro la puerta detrás de mi.

Continuará

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