Tuesday, April 08, 2008

Vivir a ciegas

En respuesta a la proposición de realizar un cuento centrado en aquella noticia sobre el polaco que va a una local de alterne y se encuentra a su mujer, Sputnik saltó a la arena con una breve historia, de manera que a continuación os pongo su relato y el mio seguiditos, dos por el precio de uno.

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El de Sputnik

Si Vladek aquella tarde, tras una dura jornada de trabajo, no hubiera cogido nunca sus gafas del cajón de la mesilla, no las habría utilizado, como nunca suele hacerlo, para conducir hasta la casa de Andrzej, al que tanto le gusta beber en las tardes de invierno. Y por tanto no se hubiera dado cuenta de lo sucias que estaban, con lo que detesta Vladek la suciedad, y de que, como venía ocurriendo desde que su mujer trabajaba en la tienda para sacar un dinero extra, no tenía más pañuelos de papel en guantera del coche.

Y si no hubiera necesitado un pañuelo de papel nunca se hubiera tenido que parar en la farmacia de Karolkowa ni haber tenido que esperar a que la señora Wojciechowski, como suele ser habitual porque es una señora muy anciana y que cree saberlo todo, acabase de contar sus interminables historias de la postguerra al bueno de Tomaszewski, el boticario de la farmacia de Karolkowa. Y de no haber tenido que esperar a que la señora Wojciechowski, que es tan anciana y cree saberlo todo, acabase de contar su interminable historia, nunca hubiera llegado tarde a casa de Andrzej, al que tanto gusta beber en las tardes de invierno.
Y por supuesto que si no hubiera llegado tarde a casa de Andrzej, no hubieran perdido la sesión de las ocho y media del Cinema City de Mokotow, ni Andrzej, al que tanto gusta beber en las tardes de invierno, hubiera propuesto beberse unas copas en el bar de Kucharski como plan alternativo al cine. Ni tan siquiera Vladek y Andrzej, que tuvieron tan dura jornada de trabajo, se hubieran embriagado tanto.

Si Vladek no hubiera cogido sus gafas no habría llegado tarde a casa de Andrzej, no habría llegado tarde al cine y no habría bebido tanto en el bar de Kucharski. Ni desde luego Andrzej hubiese insistido tanto en ir a una de esas casas donde uno obtiene placer a cambio de una razonable suma de dinero, y mucho menos hubiese chantajeado a Vladek por haber llegado tarde y haberse perdido la sesión de las ocho y media. Y Vladek no se hubiese visto forzado, embriagado como estaba, a entregarse a una epicúrea noche en una casa de citas. Tampoco, por tanto, hubieran acabado nunca en Buttock's, muy anglosajón en sus formas y maneras, pero mucho más higiénico que las casas de citas del barrio de Mokotow, que tanto disgustan a Vladek porque detesta la suciedad.
De no haber acabado Buttock's nunca se hubieran visto en la tesitura y deleite de disponer de una fila de hermosas señoritas que dispensan placer a cambio de una razonable suma de dinero. Y desde luego que de nunca haberse deleitado contemplando la fila de hermosas señoritas, Vladek jamás hubiera descubierto que su esposa, que creía trabajando en la tienda para obtener un dinero extra, se encontraba entre las señoritas que dispensan placer a cambio de una razonable suma de dinero.

Pero si Vladek no hubiera cogido nunca sus gafas, seguiría estando ciego.


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El mio

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Seis años sin mirarte a la cara y por fin recupero tu recuerdo. Recorro tu cara y mi cuerpo se estremece. Tú eras mi sueño. ¿Donde has estado todos estos años? ¿Cómo he podido ignorarte todo este tiempo?

Camino entre filas de extrañas miradas y noto como nuestras almas se tocan. Mi corazón lucha por salir del pecho. Que absurdo volver a descubrirnos el uno al otro en este sórdido lugar. Eres mi vida, eres el motivo por el cual yo sigo adelante y voy a recuperarte.

Alcanzo tu mano sin dejar de mirarte a los ojos y juntas nuestras mentes vuelan lejos del oscuro pozo donde ahora estamos prisioneros hasta los verdes prados de nuestra aldea donde pasamos tantos veranos juntos y nos besamos por primera vez. Hoy pago por liberarte, pero en realidad lo que hago es recuperar una parte de mí que hace tiempo había perdido. Mañana volveremos a ser uno, mañana no volveré a fallarte. Mañana.

Friday, April 04, 2008

Ver Pasar los trenes

La idea era hacer un relato que se enmarcara bajo una palabra específica que no diré ahora :) [al final del relato la tienes] En principio eramos tres para hacer relatos entorno a esa palabra pero creo, no lo se aun con certeza, que me he quedado solo.

Os dejo con el cuentecito...


TRAINSPOTTING

- Debo decirte que esta entrevista está resultando de lo más tonificante, son pocas las ocasiones en las que me permito darme este tipo de lujos.

Pero déjame continuar con mi pequeña diatriba, quiero retomarlo justo donde lo dejé, ¿Qué es lo que te estaba contando? Mi memoria ya no es lo que era… espera… ¡ah! Sí.

Mi colección de sellos.

-Hmmm…

-No, espera, antes de que me interrumpas, debo ponerte en antecedentes, la verdad es que soy un narrador lamentable. No empecé con los sellos, los sellos fueron una consecuencia. Aunque siempre puedes preguntarte que es lo que fue antes, el huevo o la gallina, en este caso hay una clara linealidad en los hechos, primero fue lo primero, después los sellos y más tarde todo lo demás.

-Ehhh…

- A lo que voy, que veo que te impacientas. Todo empezó en mi muy tierna infancia, mi padre, en paz descanse, decidió que criarme en Londres sería una opción estupenda pues aquí mi humilde persona adquiriría una segunda lengua, el inglés, a nivel nativo, con todas las ventajas que eso confiere… disculpa me estoy yendo por las ramas.

Aislado como estaba en mi infancia tome como entretenimiento lo que se conoce como “Trainspoting” – Me deleito en la pronunciación para que mi interlocutor vea que no le he mentido con lo del bilingüismo – Ya sabes, ver pasar los trenes y anotar el número de las locomotoras, un tipo de coleccionismo, como los sellos, que es de lo más normal.

-Déjame…

-Luego te dejo, me has hecho una pregunta y quiero dejar la respuesta bien clara, aunque veo que vas viendo por donde van los tiros. Coleccionismo si, ese es el factor común entre anotar los números de los trenes, coleccionar sellos, clavar mariposas en alfileres o guardar una copia de cada ticket de cine al cual he ido… y soy un gran cinéfilo.

En realidad entiendo que ese es el motivo por el cual en principio has querido hacerme la entrevista…

-Yo no…

-Claro que sí. Me viste en aquella tienda de libros de segunda mano con mi carrito y decidiste que era lo suficientemente particular como para saber en que consistía mi rareza. – Acompaño mi declaración con un teatral gesto con los brazos – Pues esta es, soy un excéntrico coleccionista. Aunque más que objetos de diferentes clases creo que con el tiempo he descubierto que mi verdadera colección son las colecciones en si.

Verás, los sellos por si solos no creo que valgan gran cosa, pero si los colocas al lado de los minerales, los relojes y las miniaturas, todo empieza a cobrar sentido.

- Y…

- Y ya lo sé, no tienes porqué disculparte, se que mi conversación no es de lo más interesante, pero no te preocupes, también sé que esa mirada tuya no es por el aburrimiento que provoca mi incesante cháchara, de hecho, sospecho que más que intrigado estas empezando a sentirte alarmado. Verás, no es que te aburra, se trata del café que te he servido cuando llegaste a mi casa, ¿no has visto como yo no he probado una sola gota del mismo?

-¡Hmmrrrgg!

- Y la verdad, te he dado la tabarra con todas estas cosas insípidas… déjame que te hable de mis colecciones más interesantes. –Sonrío mientras escojo de mi colección uno de mis escalpelos favoritos.


[La palabra a usar era "Anestesia"]