Wednesday, September 06, 2006

Una de restaurantes

Este cuento se me ocurrió ayer mismo y no pude resistir la tentación de escribirlo antes de seguir con el anterior. En parte me viene por haber leido el fin de semana pasado una colección de cuentos que leía cuando era pequeño, "Cuentos populares rusos". En estos cuentos, este tipo de eventos generalmente se repetían. Si alguien tiene la oportunidad de echarle el guante a uno de estos volumenes [editados por alfaguara, recopilaciones de cuentos de A. Afanasiev.]
------------------------------------------------------
Una vez cada cien años.
Como hoy es un gran día, me pido un gazpacho de primero y un chuletón de segundo. El gazpacho esta rico y fresco. No me atrevo generalmente a pedir gazpacho en los restaurantes, pero hoy tenía una corazonada.

Para el segundo plato me hacen esperar un poco, pero como estoy de buen humor no digo nada. Saco mi periódico y hojeo las noticias, hay por lo que parece amenazas de atentados ocupando media página, líos sobre políticos especuladores, apenas unos párrafos y cinco o seis páginas a todo color sobre la victoria de España en el mundial de baloncesto. He oído que a unos aficionados exaltados, se les fue la mano con los fuegos de artificio en el último piso de uno de los rascacielos que están construyendo en la Castellana. No quiero ni pensar lo que pasaría si ganáramos el mundial de fútbol. El apocalipsis supongo.

Finalmente unos reveladores pasos y una suave tosecilla a mi espalda me advierten de la presencia del camarero y mi segundo plato. Un suculento chuletón hecho, por indicación mía, más bien poco.

- Sangriento como el infierno - le dije al camarero intentando emular a Travolta. Me ha hecho bastante caso y la pieza de carne está muy cruda.

El chico me mira con sorna como sabiéndose ganador de la partida, pero no sabe que yo tengo todos los ases. Comprobado tengo que cuando lo pido poco hecho me lo traen bien pasadito. La única manera de obtener un filete en el punto que yo quiero, es parecer tan pedante y ridículo que provoque la suficiente reacción como para que quieran darme una lección sobre el arte culinario en lo que se refiere a la carne y la cantidad de tiempo que tiene que estar sobre el fuego. Pero por su puesto no tanto como para que escupan en ella. Me ha llevado mi tiempo, pero creo que le tengo pillado el punto al asunto. Travolta falla en muy pocas ocasiones.

En cuanto el azorado camarero se va, se ha cansado de soportar mi extensa sonrisa de satisfacción, inicio mi ritual. Cuando se trata de comer un filete que me agrada tanto a la vista como al olfato, la expectativa de que el sentido del gusto esté de acuerdo con sus dos hermanos me hace entrar en una dinámica parecida a la de un jugador de baloncesto cuando hace sus lanzamientos de tiros libres. Unos movimientos preestablecidos que repito siempre y que me ayudan a relajar el animo y templar el pulso.

Recojo la servilleta de mi regazo, la sacudo enérgicamente dos veces para liberarla de cualquier migaja o resto de comida y la vuelvo a colocar encima de mis piernas. Sujeto el plato con extremado cariño y lo giro en el sentido contrario a las agujas del reloj ciento ochenta grados tres veces. Abandono el plato, cojo cuchillo y tenedor y afilo el primero con el segundo. Durante toda la maniobra no pierdo de vista la comida ni por un instante. La concentración es máxima, y la segregación de saliva ya ha empezado.

Mi mano izquierda se alza por fin para trinchar la pieza mientras la derecha se prepara para cortar sin ninguna piedad, cuando una voz me distrae.

-“No lo hagas por favor, no lo hagas y sabré recompensarte”

Anonadado miro a mi alrededor, pero la gente sigue a lo suyo sin levantar la vista del plato o hablando entre si. Nadie me ha dirigido la palabra. Sacudo un par de veces la cabeza como para olvidarme de lo que he oído, levanto de nuevo mi tenedor... y vuelvo a escuchar la voz.

-“Te lo suplico, ten piedad, escúchame antes de comerme”

La afirmación que acabo de oir no deja posibilidad de dudas. Me está hablando el filete. Alucinado lo miro fijamente y, como si supiera que le estoy prestando atención, vuelve a dirigirse a mi.

-“Se que te parecerá raro, pero es verdad que soy un filete y que te estoy hablando.”

-“Eso es imposible, los filetes no hablan”, pienso a modo de réplica, y parece que me escucha, porque me responde inmediatamente.

-“Yo no soy un filete normal, soy el Filete Mágico, una vez cada cien años aparezco en el mundo encarnado en el último filete del séptimo ternero de una vaca que a su vez fue séptima hija de su madre”

Ahora si que alucino. Miro con incredulidad la botella de vino que estoy bebiendo y se me pasan dos cosas por la cabeza. La primera es que debería comprar más botellas de este vino, seguro que me salen más baratas que las cosas que compro actualmente para estos mismos fines. La segunda es demandar a este local por darme un vino en estas condiciones.

-“No es el vino, soy yo, el Filete Mágico, ya te lo he contado. Solo aparezco una vez cada cien años y tú has sido el afortunado que me tiene delante. Ahora, si sigues con cuidado mis indicaciones podrás obtener de mi todo lo que deseas. Primero, deberás llamar al camarero y decirle que quieres una guarnición adicional de ensalada. El camarero te ofrecerá patatas fritas, incluso otro filete adicional o la posibilidad de no pagar la cuenta hoy, pero has de seguir mi consejo y pedir exclusivamente la ensalada…”.

El trozo de carne que me quería comer tiene una capacidad de comunicación inagotable, no para de hablarme. Ya alarmado, miro debajo de la mesa, debajo del plato, en mis bolsillos y a mi alrededor, buscando el micrófono desde el que me están gastando esta broma. No encuentro nada. Mientras, el filete no para de hablar.

“… solo de esta manera me habré reunido con mi hermana la Ensalada Encantada. Una vez hecho esto, deberás pedir dos recipientes para llevar, uno para mi y otro para mi hermana, nos gusta estar juntos pero no mezclados, y llevarnos a tu casa. Entonces comprarás unos recipientes especiales y nos sumergirás en unas salsas que te enseñaremos a preparar y que nos mantendrán frescos durante más de veinte años…”

Levanto con cuidado el filete y lo examino por debajo. Tampoco hay nada. Miro a mi alrededor. No parece que nadie escuche nada. Estoy empezando a creerme esta historia, y mira que yo soy escéptico. El filete mientras tanto termina de hablar.

“… durante esos veinte años serás feliz y la vida te sonreirá. Mi hermana y yo podemos obrar milagros cuando estamos juntos. Recuerda que con tan solo un poco de esfuerzo podrás lograr todo lo que tú quieras, todo lo que desees. Piensa, ¿Qué es lo que quieres?”

Miro con intensidad al filete durante un periodo de tiempo breve pero que se me hace interminable, levanto finalmente la mirada y busco al camarero hasta que nuestros ojos se cruzan. Chasqueo los dedos y le indico que venga. He tomado una determinación respecto a la historia que acabo de escuchar. Se exactamente lo que quiero.

-“Tenía usted razón, este filete está poco hecho, ¿me lo puede pasar un poco más?”

Lo que quiero son unas cuantas proteínas.

6 comments:

Anonymous said...

JAJAJAJAJAJ!!!!!!!!

Genial. Me ha parecido muy divertido e ingenioso. ¡Quién sabe qué hubiera ocurrido si hubiera accedido a los deseos del Filete! Tal vez, como el genio aquel de la botella, decidiera castigarle en vez de premiarle.

Anonymous said...

Por cierto, sí que son geniales los cuentos rusos recopilados por Afanasiev. Yo los recuerdo tb con mucho cariño. No se ha tenido infancia si no se ha conocido a Baba Yaga

silhouette said...

Me lo tragaría seguro (el cuento del filete, no el "pobre" filetón). Sería capaz de guardar en un tupper a esa pareja de macromoléculas sólo por ver qué pasa...(además reconozco que no puedo evitar q me de una pena horrible un final tan ácido...clorhídrico).

zafyro said...

Pobre filete mágico, que solo quería no ser comido :] Supongo que habrá que esperar 100 años para que tenga otra oportunidad ;)

Luxxor said...

¡Muy gracioso! Un poco facilón, pero bien contado. Me gusta especialmente el contrpunto entre el filete soltando el rollo, y el prota buscando por todas partes.

Definitivamente, el filete tiene que tener una vocecilla aguda y aniñada ;P

joako said...

Este relato es de mis favoritos, tengo que corregirle un par de cosas (nunca encuentro tiempo para ello) pero sin duda es de los que mejores recuerdos me traen.

Por cierto, los relatos facilones son los que mas me gusta escribir :)